
Los vehículos, hartos de tanto empujón, tanto roce y descaro, decidieron pasar a la acción e intentar enseñarle modales al impertinente contenedor. Y es así que en uno de esos días de viento fue sorprendido el susodicho en uno de sus paseos, y entre coches y furgonetas, le acorralaron en espera de la llegada de la autoridad local cuyo resultado, ya conocéis.
Hey, Huguito, siguiendo las peripecias del contenedor díscolo!!!
ResponderEliminarBesos a porrillo.